martes, 6 de agosto de 2024

SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA 85-88

HISTORIA, PROGRESO Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA

SIGLO XVI.

 THOMAS McCRIE,

D. D. PAUL T. JONES, AGENTE EDITORIAL. 1842

85-88

Sin embargo, es justo decir a los españoles que este sentimiento pervertido y degradante fue efecto de la Inquisición y no formó ningún rasgo original en el carácter nacional.

 El hecho ahora está comprobado más allá de toda duda que la erección de este tribunal fue vista por la nación con la mayor aversión y alarma. Talavera, el excelente arzobispo de Granada, resistió su introducción con toda su influencia.

Los españoles más ilustrados de esa época hablaron de sus procedimientos con horror y vergüenza. " Las pérdidas y la miseria que los malvados ministros de la Inquisición han traído a mi país nunca podrán ser suficientemente deploradas", dice el caballero de Córdoba, González de Ayora, en una carta al secretario del rey Fernando. "

¡Infeliz España, madre de tantos héroes, cuán injustamente deshonrada por tan horrible flagelo!" exclama Pedro Mártir.

 D Arbues, el primer inquisidor de Aragón, y después canonizado como mártir, no fue el único individuo que cayó víctima de la indignación contra la Inquisición, compartida por todas las clases de la comunidad.

 * Llorente, i. 151. Esto es asombroso; pero lo que sigue lo es aún más. " Durante mi residencia en Londres (dice Llorente) oí a algunos católicos decir que la Inquisición había sido útil en España al preservar la fe católica; y que hubiera sido bueno para Francia si hubiera tenido un establecimiento similar." " Un sacerdote católico inglés que estaba presente ante mí hizo una apología de ella." (Ibid. pref. p. xxi. y torn. ii. p. 288.) t Mariana, Hist. Hisp. lib. xxiv. cap. 17. Pulgar, Crónica de los Reyes Catol. parte. ii. cap. 77. Llorente cita como testigos del hecho a Galíndez de Carabajal, historiador de Fernando e Isabel, y a Andrés Bernáldez, capellán del inquisidor general Deza. (Tom. i. p. 165.) Pulgar, escritor contemporáneo de gran juicio y gusto, no sólo era enemigo de la Inquisición, sino que se oponía al castigo corporal de los herejes, y sostenía que sólo debían ser reprimidos mediante multas pecuniarias. (Ferdinandi de Pulgar Epistolae, a Juliano Magon, p, 17-19.) I Esta carta, conservada en la Biblioteca Real de Madrid, no se encuentra en la edición de las Cartas de Ayora. (Llorente, i.349.) Martyris Epistolse, ep. 393. Las cartas de los mártires, publicadas fuera de España, escaparon de las manos de los expurgadores.

LA REFORMA EN ESPAÑA. 87

Torquemada, el primer inquisidor general, se vio obligado a adoptar las mayores precauciones para su seguridad personal. En sus viajes lo acompañaba siempre una guardia de cincuenta familiares a caballo y doscientos a pie; y siempre tenía sobre su mesa el colmillo de un animal salvaje, al que confiaba para descubrir y neutralizar venenos.*... En Aragón, donde los habitantes habían estado acostumbrados a la antigua Inquisición durante dos siglos y medio, la introducción de ésta en su nueva forma provocó tumultos en varios lugares, y se topó con una resistencia casi nacional.!

Tan pronto como los habitantes de Castilla sintieron el yugo, cuando trataron de sacudírselo de encima; y las cortes de ese reino se unieron a las de Aragón y Cataluña, para representar los agravios que sufrían de parte de la Inquisición y para exigir una reforma radical de sus leyes inicuas y opresivas. Es innecesario decir que estos intentos, que se renovaron a intervalos durante treinta años desde el establecimiento de ese tribunal, finalmente resultaron abortados.

 Este desafortunado resultado se debió en gran medida al cardenal Ximenes, quien contribuyó más que cualquier otro individuo a remachar las cadenas del despotismo político y espiritual en su país natal. Poseedor de talentos que le permitieron prever los efectos nefastos que la Inquisición produciría inevitablemente, fue llamado a participar en los asuntos públicos en un momento en que estos efectos habían aparecido decididamente. Estaba en su poder abolir ese tribunal execrable por completo como una molestia insufrible, o al menos imponer tales controles a su procedimiento que lo hubieran vuelto comparativamente inofensivo. Pero no sólo permitió que lo pusieran a la cabeza, sino que empleó toda su influencia y habilidad para derrotar todo intento de reformar sus peores y más flagrantes abusos. En 1512, los cristianos nuevos hicieron una oferta de seiscientas mil coronas a Fernando para ayudarlo

 Llorente, cap. vi. art. 3 ; Cap. viii. Ibid. cap. vi. art. 6. art. 6. o t art 8; cap. xh art- !. 2 3- Martyris Epist. ep. 342, 370. Qumtanilla, p. 169.

en la continuación de la guerra en Navarra, con la condición de que se aprobara una ley que obligara a hacer públicos los testimonios de los testigos en los procesos ante la Inquisición Con el fin de disuadir al rey de acceder a esta propuesta, Ximenes secundó sus protestas contra ella poniendo una gran suma de dinero a disposición real. Y, en 1516, cuando se hizo una oferta similar a los ministros de Carlos V, y cuando las universidades y los eruditos de España y Flandes habían dado su opinión de que la comunicación de los nombres y declaraciones de los testigos era conforme tanto a las leyes divinas como a las humanas, el cardenal intervino de nuevo y, por mensajeros y cartas, instó al rechazo de la medida, con el miserable argumento de que un cierto testigo anónimo había sido asesinado y que la persona del rey corría peligro por la admisión de judíos con versosen el palacio.* Se esforzó con igual celo en resistir las solicitudes que los nuevos cristianos hicieron a la corte de Roma con el mismo objeto. t Durante los once años que estuvo al frente de este tribunal, fueron condenadas cincuenta y un mil cientos sesenta y siete personas, de las cuales dos mil quinientas treinta y seis fueron quemadas vivas.

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