sábado, 3 de agosto de 2024

SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA 58-60

HISTORIA, PROGRESO Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA

SIGLO XVI.

 THOMAS McCRIE,

D. D. PAUL T. JONES, AGENTE EDITORIAL. 1842

58-60

Los escritores españoles han sido demasiado pródigos en sus elogios a la Políglota de Alcalá. Los manuscritos hebreos y griegos empleados por sus compiladores no eran numerosos ni antiguos; y en lugar de corregir el texto de la Septuaginta a partir de las copias que estaban en su posesión, hicieron alteraciones propias, con vistas a adaptarlo al texto hebreo.

 Algunos de los eruditos que trabajaron en esta obra, deben haberse avergonzado del siguiente ejemplo de devoción pueril a la Vulgata, que aparece en uno de los prólogos escritos en nombre de Jiménes. Hablando del orden en que el asunto está dispuesto en las columnas, dice: "

Hemos puesto la versión de San Jerónimo entre la hebrea y la Septuaginta, como entre la sinagoga y la iglesia oriental, que son como los dos ladrones, uno a la derecha y el otro a la izquierda, y Jesús, es decir, la iglesia romana, en el medio: porque ésta sola, estando fundada sobre una roca sólida, permanece siempre inamovible en la verdad, mientras que las otras se desvían de * Alvar. Gómez, Vita Ximenii, f. 36, 37. Quintanilla, Vida, p. 135-139. Archivo Complutense, p. 50-55. Le Long, Bibl. Sac. edit Masch. parte. i. cap. 3. 2. Goetz, Vertheidigung der Complutensischen Bibel.

 el sentido propio de la Escritura."*

Pero a pesar de estos defectos, cuando consideramos la época en que fue compuesta y el ejemplo que ofreció, no podemos dudar en afirmar que esta obra refleja gran crédito en sus autores y en la munificencia del prelado a cuyos expensas fue ejecutada. La lengua árabe también fue cultivada en esta época por algunos individuos en España. t Esta rama de estudio fue celosamente patrocinada por Fernando de Talavera, quien después del derrocamiento del reino morisco fue nombrado primer arzobispo de Granada. Este piadoso y amable prelado, deseoso de convertir a los moros que residían en su diócesis por métodos gentiles y racionales, y en consecuencia de promover el conocimiento del cristianismo entre ellos, alentó al clero bajo su cargo a hacerse maestros de la lengua árabe. Con el fin de ayudarlos en esta tarea, empleó a su capellán Pedro de Alcalá, un monje jerónimo, para redactar una gramática, vocabulario y catecismo árabes que contuviera los primeros rudimentos de la doctrina cristiana, para uso de los párrocos y catequistas: que fueron los primeros libros impresos en esa lengua. Para promover más eficazmente el mismo objetivo, el arzobispo hizo que el servicio religioso se realizara en su lengua vernácula, para aquellos de los moros que se habían sometido al bautismo, o estaban dispuestos a

* Muchos escritores católicos romanos se avergüenzan de esta idea (como la llaman) que, si tiene algún significado, implica una severa censura sobre toda la empresa. Le Long la suprimió en su relato de la obra. No así Nicolás Ramus, obispo de Cuba, quien, en un comentario sobre las palabras, nos informa que " El original hebreo representa al mal ladrón, y la versión de los Setenta al buen ladrón." Pere Simon pareció inclinarse al principio a responsabilizar al obispo transatlántico tanto del texto como del comentario; pero luego reconoce que el primero se encuentra en el prólogo complutense al lector. (Hist. Crit. du Vieux Test. p. 350: conf. p. 577.) t Nicol. Clenardi Epist. p. 278. Widmanstadii Epist. Dedic. ad Ferdinandum Imp. in Nov. Test. Syriacum. t Schnurrer, Bibl. Arabica, p. 16-18. Los tres tratados se imprimieron en Granada en 1505, en lengua árabe, pero en caracteres castellanos.

Se instruyeron a los musulmanes, y por ello se hicieron también traducciones al árabe de las colectas de los Evangelios y las Epístolas, por orden suya. Su intención era que se tradujeran todas las Escrituras a esa lengua, de acuerdo con lo que se dice que se hizo en un período temprano del dominio morisco en España.*

Estas medidas, que fueron aplaudidas por todos los hombres ilustrados, se encontraron con la tenaz oposición del cardenal Ximenes, quien, si bien deseaba ser considerado el patrón del saber, era un decidido enemigo del progreso del conocimiento. El arzobispo había apelado a la autoridad de San Pablo, quien dijo: " En la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para poder enseñar con mi voz a otros también, que diez mil palabras en una lengua desconocida". Pero el cardenal alegó que los tiempos habían cambiado, y apeló a San Pedro. Poner los oráculos sagrados en manos de aquellos que recién se habían iniciado en nuestra religión era, en su opinión, arrojar perlas a los cerdos. Tampoco le parecía más seguro confiar este tesoro a los viejos cristianos; porque (añadió cambiando la metáfora), en esta edad avanzada del mundo, cuando la religión está tan degenerada de aquella pureza que prevalecía en el tiempo de San Pablo, los vulgares corren el peligro de torcer las Escrituras para su destrucción.

Sabiendo que el pueblo común tiende a reverenciar lo oculto y a despreciar lo conocido, las naciones más sabias siempre lo han mantenido a distancia de los misterios de la religión. Los libros escritos por hombres de reconocida piedad, y calculados, por los ejemplos que proponen o por el fervor de su estilo, para elevar a los abatidos y hacer volver las mentes de los hombres de las cosas de los sentidos a la contemplación divina, podrían circular sin peligro en la lengua vulgar; y era la intención del cardenal, como

* Cipriano de Valera, Exhortación al lector cristiano, prefijado a su traducción al español de la Biblia.

Flechier incluye "catecismos, explicaciones sólidas y sencillas de la doctrina cristiana y otros escritos calculados para iluminar las mentes del pueblo", entre los libros permitidos por el cardenal. (Histoire du Card. Ximenes, tor. i. p. 155.) Pero nada de este tipo es mencionado por Gómez, a quien se refiere como su única autoridad. (Vita Xiraenii, f. 33, a.

 

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