sábado, 3 de agosto de 2024

LA OBRA MAESTRA DE LA ERUDICIÓN ESPAÑOLA -55-58

 

HISTORIA, PROGRESO Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA

SIGLO XVI.

 THOMAS McCRIE,

D. D. PAUL T. JONES, AGENTE EDITORIAL. 1842

55-58

Mientras tanto, la pasión por el saber se extendió de Salamanca a las demás universidades del reino. A principios del siglo XVI, Francisco Jiménez, a la sazón arzobispo de Toledo, restauró y amplió la universidad de Alcalá de Henares, en la que fundó un colegio trilingüe. Para darle celebridad a su institución favorita, se procuró do maestros doctos para ocupar sus cátedras, entre los que se encontraban Demetrio Ducas y Nicetas Fausto, dos nativos de Grecia, y Fernando Núñez, descendiente de la noble casa de Guzmán. Este último, que había sacrificado su perspectiva de honores civiles al amor al estudio, no era inferior a ninguno de sus compatriotas doctos, y ha dejado tras de sí un nombre en la república de las letras.  Al vivir en medio de judíos y moros, y frecuentemente envueltos en controversias con ellos sobre sus respectivos credos, los cristianos en España tenían mejores oportunidades y un estímulo más poderoso para estudiar las lenguas orientales que sus hermanos en otras partes de Europa. Hacia mediados del siglo XIII

 * Martyris Epist. ep. 102, 103, 113, 115, 205. t Gómez, Vita Ximenii, f. 37, b. 81, b. Hodius de Greecis Illustribus, p. 321. t Antonii Bibl. Hisp. Nova, i. 382. Núñez era de la orden de San Lago, y era comúnmente llamado, entre sus compatriotas,;”el comendador griego” ." (Argensola, Anales de Aragón, p. 352.) Sus notas sobre los clásicos son elogiadas por Lipsius, Gronovius y otros críticos, que suelen citarlo con el nombre de Pinciano, de Valladolid, su ciudad natal. Que no limitó su atención a la erudición antigua se desprende del hecho de haber publicado, en 1502, una edición de los poemas de su compatriota Juan de Mena, con notas.

 Cipriano de Valera cita de una colección de proverbios españoles publicada por él bajo el título de Refranes Españoles. (Dos Tratados, p. 288.)

Marineo ensalza la erudición de Núñez como muy superior a la de Lebrixa; pero, en primer lugar, expresa esta opinión en una carta al objeto de su panegírico; y, en segundo lugar, se había visto envuelto en una pelea con Lebrixa, en la que su compatriota, Pedro Mártir, no estaba dispuesto a tomar parte. (Martyris Epist. ep. 35,)

En el siglo XIX, Raymond de Pennaforte  (Peñafuerte), general de los dominicos, persuadió a Juan I, rey de Aragón, para que destinara fondos a la educación de jóvenes que pudieran estar calificados para entrar en las filas de los dominicos en disputa con judíos y mahometanos.* Y en 1259 se designó, en un capítulo general de los dominicos celebrado en Valencia, que el prior de esa orden en España se encargaría de la erección de una escuela de árabe, en Barcelona o en otro lugar. De esta escuela procedieron varios individuos que se distinguieron como disputadores, tanto oralmente como por escrito. Entre estos últimos estaba Raymond Martini, autor de Pugio Fidei, o Puñal de la fe contra judíos y moros; una obra que revela un conocimiento nada despreciable de la lengua hebrea y de los escritos rabínicos, que cita y comenta en el original.  A la atención prestada a las lenguas orientales en España se puede remontar el decreto del concilio de Vienne, celebrado bajo el papa Clemente V. en el año 1311, que ordenó que el hebreo, el caldeo y el árabe se enseñaran en cualquier lugar de la corte pontificia en que se podía celebrar la ceremonia y en las universidades

* Carpzov. Introd. en Theologiam Judaicam, pág. 91, 97,98; Prsefix. Pugioni Fidei. H. de Porta, de Linguis Orient, pág. 60. Se dice que Juan I. creó dos escuelas de árabe; una en la isla de Mallorca y la otra en Barcelona. (Historia de la expulsión de los moriscos de España, en Geddes s Miscell. Tracts, vol. i. pág. 30.) t Simon, Lettres Choisies, tor. iii. pág. 112. Según otra autoridad, este decreto se hizo por primera vez en un capítulo celebrado en Toledo en 1250. (Diago, Cronica Domin. Aragon. lib. i. cap. 2. lib. ii. cap. 28.) \ La obra fue compuesta en 1278. (Pugio Fidei. parte ii. cap. 10. I. p. 395. edit. Carpzovii.) Su destino es curioso. Porchet, un judío converso en el siglo XIV, transcribió gran parte de ella en una obra que compuso bajo el título de Victoria adversus Hebraeos, que se imprimió en 1520. Reconoció sus obligaciones con Martini; un acto de justicia que no le hizo Galatinus, quien usó las mismas libertades en su Arcana Catiolicae Veritatis, impresa en 1513. De Porta dice que Galatinus, cuando se aparta del Pugio, copia casi verbalmente del Capistrum o Noose, (otra obra de Martini), como encontró al consultar una copia manuscrita del último libro nombrado en la biblioteca de Bolonia. (De Linguis Orient, p. 62.) El plagio de Galatinus fue detectado por primera vez en 1603 por Joseph Scaliger, quien sin embargo confundió a Raymond Martini con Raymond Sebonde. El Pugio Fidei fue finalmente publicado completo en 1651, con eruditas anotaciones de Joseph de Voisin, y elegantemente reimpreso en 1687, bajo el cuidado de John Benedict Carpzov, quien le añadió una introducción a la teología judía.

 El ardor con que se llevaron a cabo estos estudios durante los siglos XIV y XV llevó a la publicación de la famosa Políglota Complutense. Esta obra maestra de la erudición española fue ejecutada bajo el patrocinio y a expensas del cardenal Ximenes, entonces arzobispo de Toledo; un prelado cuyas pretensiones de saber eran escasas, pero cuya ambición lo impulsó a buscar la distinción tanto en el convento, la academia, el gabinete y el campo.

 A imitación del célebre Orígenes, proyectó una edición de la Biblia en varios idiomas y gastó grandes sumas de dinero en apoyar a los eruditos que estaban comprometidos en la empresa, comprando manuscritos para su uso y proporcionando las impresoras y tipos necesarios. La obra se comenzó en el año 1502, y la impresión se terminó en 1517, en seis volúmenes folio, en la imprenta de Complutum, o Alcalá de Henares.

 Clementin. lib. v. til. i. De Magistris. t " Aiunt homines esse virum, (Ximenium) si non literis, monim tamen sanctitate, egregium." (Martyris Epist. ep. 160.) \ Su publicación, sin embargo, fue posterior al 22 de marzo de 1520, fecha del diploma de León X prefijado a la obra. Además de Demetrio Ducas, Lebrixa y Núñez, ya mencionados, los sabios que tomaron parte en esta obra fueron Diego López de Zúñiga (mejor conocido con el nombre de Stunica, en sus controversias con Erasmo y Faber Stapulensis), Juan de Vergara, Bartolomé de Castro (llamado el Maestro de Burgos), Pablo Coronel, Alfonso, médico de Alcala, y Alfonso de Zamora. Los cuatro primeros nombrados se encargaron de la parte griega de la obra y escribieron la versión latina interlineada de la Septuaginta.

 Vergara hizo algunas correcciones importantes en la versión de la Vulgata de los libros llamados Sapienciales. Los tres últimos nombrados eran judíos conversos y expertos en hebreo.

 La traducción latina de la Paráfrasis caldea y la gramática y el diccionario hebreos fueron obra de Zamora. Se dice que el cardenal pagó cuatro mil ducados por cuatro manuscritos hebreos, y se calcula que toda la operación le costó más de cincuenta mil ducados. El precio de cada copia de la Políglota fue fijado por el obispo de Ávila en seis ducados y medio, " no a juzgar por el costo de la obra, que era infinito, sino por su utilidad" (Mandat. Franc. Episcopi Abulensis, présfix. Bibl. Complut. Alv. Gomez, ut infra.) El Antiguo Testamento contenía el texto hebreo original, la Vulgata o versión latina de Jerónimo, y la versión griega del *Septuaginta, organizada en tres columnas; y al pie de cada página del Pentateuco estaba impresa la paráfrasis caldea de Orikelos, acompañada de una traducción al latín. El Nuevo Testamento contenía el griego original y la versión latina de la Vulgata. A todo esto se añadieron una gramática y un diccionario de la lengua hebrea, y un léxico o vocabulario griego, con algunos otros tratados explicativos. John Brocar, el hijo del impresor, solía relatar que cuando salió de la imprenta la última hoja, él, siendo entonces un muchacho, fue enviado con sus mejores ropas con una copia de la misma al cardenal, quien dio gracias a Dios por haberlo ahorrado hasta ese día, y dirigiéndose a sus asistentes, dijo que se felicitaba por la finalización de esa obra más que por cualquiera de los actos que habían distinguido su administración.*

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