HISTORIA, PROGRESO Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA
SIGLO XVI.
THOMAS McCRIE,
D. D. PAUL T. JONES, AGENTE EDITORIAL. 1842
50-52
Al examinar los escritos de los antiguos poetas españoles, llegamos a la conclusión de que no tenían la costumbre de usar con la iglesia y el clero las libertades que se permitían los poetas de Italia y los trovadores de Provenza.
Sin embargo, hay motivos para pensar que la ausencia de estas sátiras se debe, en gran medida, a la prudencia de los editores de sus obras y a la vigilancia de los censores de la prensa, después de la invención de la imprenta.
En consecuencia, en años posteriores, desde que se relajó la severidad de la Inquisición y los españoles sintieron una pasión por hacer justicia a sus antigüedades literarias, se han sacado a la luz poemas, aunque todavía con mucha cautela, que hace dos siglos habrían valido para sus eruditos editores una prisión perpetua.
Los poemas de Juan Ruiz, arcipreste de Hita, que floreció a mediados del siglo XIV, contienen severas sátiras sobre la avaricia y las costumbres relajadas del clero. Representa al dinero como la apertura de las puertas del Paraíso, la compra de la salvación para el pueblo y los beneficios para los sacerdotes; como igualmente poderoso en la corte de Roma y en otros lugares, con el papa y con todas las órdenes del clero, secular y regular; como la conversión de una mentira en verdad y de la verdad en mentira
En otro poema es tan severo contra las costumbres del clero, al que describen como vivir abiertamente en concubinato.
Representa a Don Gil de Albornoz, arzobispo de Talavera, como habiendo obtenido un mandato del papa, ordenando a todo su clero que repudiara a las esposas o concubinas que tuvieran en sus casas, bajo pena de excomunión.
Cuando este mandato les fue leído en una asamblea pública, provocó una oposición calurosa; el deán y otros hicieron discursos violentos en contra; algunos de ellos declararon que preferirían antes , desprenderse de sus dignidades; y finalmente se acordó que debían apelar del papa al rey de Castilla.* A mediados del siglo XV, la literatura avanzó bajo el patrocinio de Alfonso V. de Aragón.
Compraras paraíso, ganarás salvación,
Do son muchos dineros, es mucha bendición.
Yo vi en corte de Roma, do es la santidat,
Que todos al dinero fasen grand homilidat,
Grand honra le fascian con grand solenidat,
Todos a el se homillan como a la magestat.
Fasie muchos Priores, Obispos, et Abades,
Arzobispos, Doctores, Patriarcas, Potestades,
A muchos Clerigos nescios dabales dinidades,
Fasie de verdat mentiras, et de mentiras verdades.
( =Hacía de la verdad mentira, y de la mentira verdad
= "A lo bueno, llaman malo, y a lo malo, bueno")
Fasia muchos Clerigos e muchos ordenados
, Muchos monges, 6 monjas, religiosos sagrados,
El dinero los daba por bien examinados
, A los pobres desian, que non eran letrados.
Colección, tom. IV. pág. 76, 77.
* Cartas eran venidas, que disen de esta manera:
Que Clerigo nin casado de toda Talavera,
Que non toviese manceba cacasada nin soltera,
( =Que no tuviesen concubina=amante,casada o soltera)
Pero non longuemos atanto las rasones,
Apellaron los Clerigos, otro si los Clerisones,
Fesieron luego de mano buenas apelaciones,
Et dende adelante en ciertas procuraciones. Colección, TOMO. IV. pág. 280, 283.
A mediados del siglo XV, la literatura avanzó bajo el patrocinio de Alfonso V. de Aragón. La educación de este monarca había sido descuidada, y la primera parte de su vida la pasó en las armas; pero a los cincuenta años se dedicó a estudiar con tal afán que pronto pudo leer con soltura los clásicos romanos, que se convirtieron en sus compañeros constantes.
Disputó con la casa de Médicis el honor de entretener a los hombres de letras y de rescatar del olvido los escritos de la antigüedad.
Cuando tomaba una ciudad, sus soldados no podían hacer al príncipe un placer mayor que traerle un libro que habían descubierto entre los despojos; y Cosmo de Médicis, con el regalo de un manuscrito antiguo, consiguió de él un tratado muy favorable a Florencia.
Antonio de Palermo, llamado habitualmente Panormitanus, que escribió la historia de su vida, residía en su corte con gran honor; y Laurentius Valla, uno de los eruditos más profundos y elegantes de esa época,* cuando fue perseguido por la libertad de sus opiniones, fue protegido por Alfonso en Nápoles, donde abrió una escuela de elocuencia griega y romana
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