jueves, 1 de agosto de 2024

SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA 35-37

HISTORIA, PROGRESO Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA

SIGLO XVI.

 THOMAS McCRIE,

D. D. PAUL T. JONES, AGENTE EDITORIAL. 1842

35-37

La nueva orden se extendió tan rápidamente, que en pocos años tenía numerosos conventos tanto al sur como al norte de los Pirineos. Pero aunque los católicos pobres profesaban dedicarse a la conversión de los herejes, y su superior escribió algunos libros con ese fin, pronto incurrieron en la sospecha. * Hist, de Languedoc, iii. 412, 419, 427. Preuves, pág. 383385, 392. 437. 552. Llorente, i 73, 74. t Muratori, Antiq Ital. Disertación. 60, roto. v.p. 83. Abbatis Urspergensis Chronic, ad. un. 1212; et subasta. citat. Usserio, De Cristo. Ecl. Éxito, et Statu, cap. X. secta. 1, pág. 146. 36

de los obispos, que los acusaban de favorecer a los valdenses y ocultar sus doctrinas heréticas bajo el hábito monástico. Tenían interés en mantenerse durante algún tiempo e incluso en conseguir cartas de Su Santidad, exhortando a los obispos a que se esfuercen por ganarlos con amabilidad en lugar de alejar los de la iglesia con un trato severo; pero sus enemigos al final prevalecieron, y en poco tiempo no se encontró rastro alguno de su establecimiento.*

Los albigenses no se se limitan a Aragón y Cataluña.

De la extensión de su difusión en el reino de Castilla y León, podemos formarnos una idea a partir de una anécdota divertida, relatada por conocimiento personal, por Lucio, obispo de Tuy, conocido como escritor contra los albigenses, de nombre Lucas Tudensis; y que citaré tan fielmente a sus propias palabras como sea posible. Después de la muerte de Roderic, obispo de León, (en el año 1237,t) surgió una gran disensión sobre la elección de su sucesor. Aprovechando esta En esta circunstancia, los herejes acudieron en masa a esa ciudad desde todos los rincones. En uno de los suburbios, donde se arrojaba toda clase de basura, yacían, junto a los de un asesino, los huesos de un hereje, llamado Arnald, que había sido enterrado dieciséis años antes. Cerca de allí había una fuente, sobre la cual erigen un edificio, y habiendo recogido los huesos de Arnald, a quien ensalzan como mártir, los depositan en él. A este lugar acuden varias personas, contratadas por los herejes, vinieron; y fingiendo ser ciegos, cojos y afligidos con otras enfermedades, bebieron de las aguas de la fuente y luego se fueron, diciendo que habían sido sanados de repente y milagrosamente. Al divulgarse esto, grandes multitudes acudieron a la fuente del lugar. Después de haber conseguido que un número de clérigos, así como de laicos, dieran crédito a las supuestas curaciones, los herejes revelaron la imposición que habían practicado, y luego se jactaron de que todos los milagros realizados en las tumbas de los

* Antonii Bibl. Hisp. Vetus, rasgado. ii. pág. 45, 46. Hist. Gen. de Languedoc, rasgado. iii. pág. 147, 148. t Antonii Bibl. Hisp. Vet. rasgado. ii. pág. 59

 santos eran de la misma clase. Por este medio, atrajeron a muchos a su herejía. En vano los frailes dominicos y franciscanos intentaron detener el torrente de deserción, exclamando contra el pecado de ofrecer oraciones sacrílegas en un lugar profanado por huesos profanos. Fueron tachados de herejes e incrédulos. En vano los obispos vecinos excomulgaron a quienes visitaban la fuente o adoraban en el templo. El diablo se había apoderado de las mentes del pueblo y fascinado sus sentidos. Por fin, un diácono, que residía en Roma, al enterarse del estado de cosas en su ciudad natal, se apresuró a ir a León y, "en una especie de frenesí", a riesgo de su vida, reprendió a los habitantes por favorecer a los herejes, y pidió a los magistrados que aplacaran la molestia. Durante algunos meses antes de su llegada, el país había sido afligido por una severa sequía. Él declaró que esto era un juicio del cielo a causa de su pecado, pero prometió que sería removido dentro de ocho días desde el momento en que derribaran el templo herético. Los magistrados le dieron permiso, y él derribó el edificio hasta sus cimientos. Apenas esto había terminado, cuando un incendio devoró gran parte de la ciudad, y durante siete días no apareció ningún síntoma de lluvia; por lo que los herejes insultaron al diácono. Pero en el octavo día las nubes se juntaron y derramaron copiosas y refrescantes lluvias sobre todo el país circundante. " Después de esto, el susodicho diácono inició una persecución contra los herejes, quienes, al verse obligados a abandonar la ciudad, fueron miserablemente dispersados ​​por el extranjero."*

 Se nos asegura, y no sin gran probabilidad, que el diácono no era otro que Lucas Tudensis, cuya modestia lo indujo a suprimir su nombre al relatar la predicción y la persecución, en ambas de las cuales parece haberse glorificado por igual

 

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