HISTORIA, PROGRESO Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA
SIGLO XVI.
THOMAS McCRIE,
D. D. PAUL T. JONES, AGENTE EDITORIAL. 1842
33-35
Este edicto, al no producir efecto alguno, fue renovado tres años después por Pedro II, a consecuencia de un decreto de un concilio celebrado en Girona. Con vistas a asegurar la ejecución de esta medida, se obtuvieron las suscripciones de todos los grandes de Cataluña al decreto; y se exigió a todos los gobernadores y jueces que juraran ante los obispos que ayudarían a descubrir y castigar a los infectados de herejía, bajo pena de ser ellos mismos tratados como herejes. A pesar de este edicto, y de los compromisos que había contraído en su coronación, Pedro estaba dispuesto a ser favorable a esta secta. Desde el principio estuvo disgustado por la cruzada que asolaba el norte de los Pirineos; y habiendo por fin unido su ejército al de su cuñado Raymond, conde de Toulouse, cayó, en el año 1213, luchando en defensa de los albigenses en la batalla de Muret.
Este desastre, junto con los que le siguieron, indujo a multitudes de albigenses a refugiarse en Aragón, que dieron amplio empleo a la Inquisición después de que se estableció en ese país. Desde la ascensión al trono del Papa Gregorio IX hasta la de Alejandro IV (es decir, de 1227 a 1254), habían crecido hasta tal número y crédito que tenían iglesias en varias partes de Cataluña y Aragón, que estaban provistas de obispos que predicaban con valentía su doctrina.
Gregorio, en un breve que dirigió al arzobispo de Tarragona y a sus sufragáneos, en 1232, se queja del aumento de la herejía en sus diócesis, y les exhorta a hacer una estricta inquisición sobre ella por medio de los monjes dominicos; y su sucesor Alejandro repitió la queja. * Llorente, i. 30. t Ibid. p. 31, 32. Marca. Hisp. apud Hist. Gen. de Languedoc, iii. 130. t Zurita, Anales de Aragón, tor. i. p. 99101. Hist. Gen. de Languedoc, iii. 248254; Sismondi, Hist, de las Cruzadas contra los Albigenses, p. 98101. Perrin, ii. 7692. Usserius, de Cristo. Ecl. ISuccessione et Statu, cap. X. secta. 37, 38, 39. Mat. París, anuncio. un. 1214. Perrin, parte i. pag. 246. || Llorente, i. 67. Léger, ii. 337.*
Las llamas de persecución se encendieron en el vizcondado de Cerdaña y Castlebon, dentro de la diócesis de Urgel;n el vizcondado de Cerdaña y Castlebon, dentro de la diócesis de Urgel, se condenaron a cuarenta y cinco personas, de las cuales quince fueron quemadas vivas y dieciocho cuerpos desenterrados arrojados al fuego.*
En 1267, los inquisidores de Barcelona pronunciaron sentencia contra Raimundo, conde de Forcalquier y Urgel, ordenando que sus huesos, como los de un hereje reincidente, fueran sacados de la tumba; y dos años después dictaron la misma sentencia contra Arnaldo, vizconde de Castlebon y Cerdaña, y su hija Ermesinde, esposa de Roger-Bernard II., conde de Foix, apodado el Grande.
Tanto el padre como la hija habían estado muertos más de veinte años, pero se ordenó que sus huesos fueran desenterrados, "siempre que pudieran ser encontrados;" una demostración absurda y antinatural de celo por la fe, que es aplaudida por los escritores fanáticos de esa época, pero que en realidad fue dictada por el odio a la memoria del valiente y generoso conde de Foix. Cuando fue citado en vida para comparecer ante la inquisición en Toulouse, ese noble hombre no sólo trató a su orden con desprecio, sino que a su vez convocó a los inquisidores del condado de Foix para que comparecieran ante él como sus vasallos y súbditos.
Durante su exilio en la corte de su suegro, fue excomulgado por el obispo de Urgel como favorecedor de la herejía; y aunque la sentencia fue revocada y murió en la comunión de la Iglesia, sin embargo, los inquisidores nunca pudieron perdonar la resistencia desinteresada y decidida que había ofrecido a sus bárbaros procedimientos.
Sometieron a uno de sus sirvientes a tortura, con el fin de extorsionarlo alguna evidencia con la que pudieran pro-
*** Hist, de Languedoc, iii. 412. Preuves, p. 383. t Llorente, i. 72. t Hist. Gen. de Languedoc, iii. 115, 382. En 1207, el obispo de Ozma y otros misioneros predicadores mantuvieron una disputa con los maestros de los valdenses en Pamiers. En esa ocasión, el conde de Foix recibió alternativamente a ambos partidos en su palacio: su condesa Ermesinde y dos de sus hermanas se hicieron amigas abiertamente de los sectarios. Una de estas últimas, Esclaramonde, se casó con Jourdain II.
El señor de Lillc-Jourdain, después de haber dicho algo a su favor durante la conferencia, fue silenciado por uno de los misioneros, quien le ordenó groseramente que se fuera a su rueca. (Ibíd., pág. 147. Preuves, pág. 437.)
pronunciar que su amo había muerto hereje; y, habiendo fracasado en ese intento, ahora buscaron descargar su venganza en la memoria y las cenizas de la condesa y su padre.*
Se ha dicho que los Pobres Hombres de Lyon o Valdenses, cuando hicieron su primera aparición, eran vistos en Roma como una orden de monjes que deseaban revivir el fervor decadente de la piedad entre el pueblo, y llevar una vida de santidad superior entre ellos; y que se propuso seriamente en un momento dar la sanción pontificia a sus reglamentos internos.!
Cualquiera que sea la verdad que pueda haber en esta declaración, es un hecho curioso que, en España, algunos individuos de esta secta obtuvieron un respiro temporal de la persecución al formarse en una nueva fraternidad religiosa.
A consecuencia de una disputa sostenida en Panders, en el Languedoc, Durando de Huesca, oriundo de Aragón, con varios de sus hermanos albigenses, se rindió a los misioneros romanos y, habiendo obtenido la libertad de retirarse a Cataluña, formó una comunidad religiosa bajo el nombre de Sociedad de Pobres Católicos.
En 1207 Durando fue a Roma, donde obtuvo de Inocencio III la remisión de su herejía anterior y la aprobación de su fraternidad, de la que fue declarado superior.
Sus miembros vivían de limosnas, se dedicaban al estudio y a la enseñanza en las escuelas, tenían cuaresma dos veces al año y vestian un hábito decente de color blanco o gris, con zapatos abiertos en la parte superior, pero que se distinguían por alguna marca particular de los de los Pobres de Lyon, quienes, por esta parte de su vestimenta, a veces eran llamados Insabatati.
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