viernes, 2 de agosto de 2024

SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA 45-48

HISTORIA, PROGRESO Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA

SIGLO XVI.

 THOMAS McCRIE,

D. D. PAUL T. JONES, AGENTE EDITORIAL. 1842

45-48

CAPÍTULO II.

 DEL ESTADO DE LA LITERATURA EN ESPAÑA ANTES DE LA ERA DE LA REFORMA. HABIENDO hecho un estudio general del estado de la religión en España antes de la Reforma, echemos la vista atrás un poco y tracemos la restauración de las letras, que abrió la perspectiva de un mejor orden de cosas en ese país.

La erudición de Isidoro, arzobispo de Sevilla, que floreció en el siglo VII y, junto con Santiago, es venerado por los españoles como un santo tutelar, descansa sobre un fundamento mejor que el encomio de Gregorio Magno, quien lo llamó un segundo Daniel. Además de varios tratados teológicos e históricos,* compuso una obra sobre etimología, que aunque desfigurada por errores, descubre una importante porción de conocimiento filológico y contribuyó a frenar la barbarie que ya había invadido todos los países de Europa. Pero se sucedieron épocas de oscuridad, durante las cuales, mientras el nombre de San Isidoro era venerado, sus obras fueron desestimadas por un sacerdocio ignorante, en cuyas manos había caído la llave del conocimiento.

No es mérito del cristianismo, o al menos de quienes lo profesaban, que durante la Edad Media las letras se preservaran de la extinción, e incluso se recuperaran de la decadencia que las había dominado, gracias a los esfuerzos de los seguidores de Mahoma.

 El siglo X, que se ha denominado la edad de plomo de Europa, fue la edad de oro de Asia. Los escritores modernos tal vez hayan ido a un extremo en ambos lados al formar su estimación del grado en que la literatura europea está en deuda con los árabes. Pero cuando descubrimos que este pueblo tiene marcas tan evidentes de su lengua en la de España, parece irrazonable dudar de que también tuvieron gran influencia * Antonii Bibl. Hisp. Vet. rasgado. i. pag. 330 336. Rodríguez de Castro, Bibl. España. rasgado. ii. pag. 293344

 sobre su literatura. Córdoba, Granada y Sevilla rivalizaban entre sí en la magnificencia de sus escuelas y bibliotecas, durante el imperio de los sarracenos que otorgaron a los cristianos españoles, a quienes habían subyugado, esa protección en sus derechos religiosos que estos últimos estaban lejos de imitar cuando a su vez se convirtieron en los conquistadores.*

 ¡Se hablaban las dos lenguas en común! Los cristianos comenzaron a competir con sus amos en la búsqueda de la ciencia, compusieron comentarios sobre las Escrituras en árabe y transfundieron las bellezas de la poesía oriental al idioma castellano. Incluso se dice que un obispo de Sevilla, en este período temprano, tradujo las Escrituras al idioma árabe.

 Si la lengua española estaba en peligro de sufrir por el predominio de los árabes, el mal fue contrarrestado por el cultivo de la poesía provenzal. En el siglo XII, Alfonso II. de Aragón, cuyo nombre ocupa un lugar honorable entre los trovadores, protegió celosamente a quienes escribían en dialecto catalán o valenciano. || En el siglo posterior, Alfonso X de Castilla, apodado el Sabio, se mostró igualmente celoso en alentar el estudio de la lengua castellana, en la que escribió siempre varios poemas; al mismo tiempo que extrajo los

* Marc. Hisp. lib. iii. cap. 2. t Álvaro de Córdova, que vivió alrededor del año 860, se queja de que sus compatriotas "despreciaban las corrientes plenas de la iglesia que fluían del Paraíso y, adoptando el árabe, habían perdido su lengua nativa, y muchos de ellos su fe junto con ella". (Aldrede, Orígenes de la Lengua Castellana, lib. i. cap. 22.) t Aldrede, ut supra. Casiri, Bibl. Arábigo-Hisp. Escorial. rasgado, yo. pag. 38. Antonii Biblia. Hisp. Veterinario.. i. pag. 483

Un escritor español más reciente, con una parcialidad nacional bastante evidente, dice que sus compatriotas se llevaron todo lo bueno de la literatura árabe, mientras que las otras naciones de Europa se llevaron lo malo de ella, sus sutilezas dialécticas y sus sofismas. " En resolucion, de lo bueno y malo que contenia la literatura Arabe, los Christianos de España tomaron lo bueno y util, y conservaron el decoro de las disciplinas que aquella no conocia Los extrangeros, tomando lo malo del saber Arabe, pervertiéndolo mas y mas," &C. (Juan Pablo Forner, Oración Apologética por la España, y su mérito Literario, p. 62. Madrid, 1786.) Marc. Hisp. lib. III. gorra. 2. U Sánchez, Colección, desgarrado. i. pag. 74. conocimientos que se encontraban en los libros de los árabes, como aparece, entre otras pruebas, en las tablas astronómicas llamadas por él Alfonsinas.*

 Los escritos de Dante, Checo Dascoli y Petrarca dieron un nuevo impulso a la literatura de España.

A partir de este período, el estudio de los clásicos antiguos impartió mayor pureza y elevación a las obras de imaginación; y la nobleza española, que hasta entonces había encontrado su único pasatiempo en las armas y los torneos militares, comenzó a sentir un gusto por las composiciones poéticas en su lengua materna.

Entre los que se distinguieron por mejorar el gusto de sus compatriotas en la primera parte del siglo XV, había dos personas de ilustre nacimiento, en cuyas familias el amor por el conocimiento fue hereditario durante mucho tiempo. Enrique de Aragón, marqués de Villena, descendiente de las casas reales de Aragón y Castilla, revivió el Consistorio de la Gaya Sciencia, una academia instituida en Barcelona para el fomento de la poesía, de la que era presidente.

Su conocimiento superior, combinado quizás con una porción de esa credulidad erudita de la que a menudo eran víctimas quienes se dedicaban a la astronomía y la ciencia experimental durante la Edad Media, le atrajo la sospecha de nigromancia.

A consecuencia de esto, sus libros fueron confiscados después de su muerte, por orden de Juan II, rey de Castilla, y enviados para su examen a Lope de Barrientos, un monje dominico de considerable erudición y preceptor del príncipe de Asturias. "Barrientos", dice un escritor contemporáneo, " gustando más andar con el príncipe que revisar nigromancias, entregó a las llamas más de cien volúmenes, sin haberlos examinado más que el rey de Marruecos, ni entendido un ápice de su contenido más que el deán de Ciudad Rodrigo.

 Hay muchos en la actualidad  continúa él; que se convierten en hombres sabios, declarando a otros necios y * Antonii Bibl. Hisp. Vet. torn. ii. p. 78 87. Una reseña de su poema Del Tesoro, con muestras, puede verse en Sánchez, Colección, torn. i. p. 148 160. Extractos de sus otros poemas los da Rodríguez de Castro, Bibl. Espanola, torn. ii. p. 625-642, t Zurita, Annales, ad, an, 1398,

 

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